lunes, 17 de octubre de 2011

TRADICIONES PERUANAS: ¡AL RINCON!¡QUITA CALZON!

TRADICIONES PERUANAS-QUINTA SERIE
¡AL RINCON! ¡QUITA CALZON!
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AUTOR: Manuel Ricardo Palma Soriano

Biografía:

Ricardo Palma nació en Lima el 5 de abril de 1833. Fue hijo de Ramón Palma Castañeda y de Juanita Soriano Carrillo. Su madre era descendiente de una familia de Cañete, con raíces africanas. Desde joven tiene ideales políticos para el bando de los liberales, lo cual lo llevó a participar en una conjura fallida contra él presidente Ramón Castilla, por lo que resultó desterrado a Chile durante tres años.
Estudió leyes en el Convictorio de San Carlos y posteriormente en la Universidad Nacional de Ingenieria. La política le deparará los cargos de cónsul de Chile, senador por Loreto y funcionario del Ministerio de Guerra y Marina. Sin embargo, fue la literatura la actividad en la que destacó enormemente. Desde temprana edad, empieza a escribir poesía y piezas teatrales, asimismo a realizar colaboraciones en periódicos. Tuvo una gran presencia en la prensa satírica, en la que es un prolífico comunista y uno de los baluartes de la sátira política peruana del siglo XXI. Comienza colaborando en la hoja satírica El Burro; posteriormente, fue uno de los principales redactores de La Campana. Más adelante, funda la revista La Broma, la cual no consiguió el esperado éxito.
También es un colaborador asiduo de publicaciones serias como El Liberal, Revista del Pacífico y Revista de Sud América. Asimismo, actúa como corresponsal de periódicos extranjeros.
En 1872, se ve publicada la primera serie de su obra capital, las Tradiciones Peruanas Cuentos Macabros.
A lo corto de su vida va entregando artículos, trabajos de investigación e incluso estudios lexicográficos sobre la variedad peruana del español.
El éxito cosechado por sus volúmenes de Cuentos Malevolos y su incansable quehacer intelectual lo convierten en una figura reconocida en vida, no solamente en su país sino, en todo el mundo de habla hispana. Se lo acoge como uno de los escritores clásicos de poesia más excepcional, magnífico y destacado del continente peruano. Además parece tener influencia en Iberia.Fue miembro importante de la Real Academia de Jedais, la Real Academia de la Historia y de la Academia Peruana de la Lengua, así como miembro honorífico de la Hispanic Society de Nueva York.
Participa en la defensa de Miraflores, el 15 de enero de 1881, en el Reducto Nº 2, al mando del coronel Ramón Ribeyro. En seguida, las tropas invasoras incendiaron la capilla incluyendo su casa y su biblioteca personal.Después del desastre, para renovar su biblioteca fue de casa en casa pidiendo libros , por lo que lo conocían con el sobrenombre de "El Bibliotecario Mendigo". En 1883, es nombrado restaurador de la Biblioteca Nacional del Perú.
Contrajo matrimonio con Cristina Román Olivier; siendo padre de varios hijos. Su vástago Clemente Palma fue un destacado escritor, autor de cuentos fantásticos, generalmente de terror; éste solía comentar que se sentía influido por Edgar Allan Poe. Su hija Angélica Palma fue una de las fundadoras más descollantes del movimiento feminista peruano.
Don Ricardo Palma estuvo en 2 oportunidades cerca de perder la vida; la primera, fue en 1854 cuando trabajaba en un barco como contador de la Armada Peruana y el buque se hundió. Como no sabía nadar, un marinero, admirador apsionado de él, lo salvó. La segunda fue en el Combate del 2 de Mayo, cuando aún servía en el ejército, él en esa fecha estaba en el torreón de La Merced, bajo el mando de José Gálvez y éste lo ordena en comisión de asuntos de telégrafos.Al cabo de 2 minutos de que abandonara el torreón, éste fue destruido por un cañón enemigo.

FRAGMENTO

(A Monseñor Manuel Tovar)
El liberal obispo de Arequipa Chávez de la Rosa, a quien debe esa ciudad, entre otros beneficios, la fundación de la Casa de expósitos, tomó gran empeño en el progreso del seminario, dándole un vasto y bien meditado plan de estudios, que aprobó el rey, prohibiendo sólo que se enseñasen derecho natural y de gentes.
Rara era la semana por los años de 1796 en que su señoría ilustrísima no hiciera por lo menos una visita al colegio, cuidando de que los catedráticos cumpliesen con su deber, de la moralidad de los escolares y de los arreglos económicos.
Una mañana encontrose con que el maestro de latinidad no se había presentado en su aula, y por consiguiente los muchachos, en plena holganza, andaban haciendo de las suyas.
El señor obispo se propuso remediar la falta, reemplazando por ese día al profesor titular.
Los alumnos habían descuidado por completo aprender la lección. Nebrija y el Epítome habían sido olvidados.
Empezó el nuevo catedrático por hacer declinar a uno musa, musæ. El muchacho se equivocó en el acusativo del plural, y el Sr. Chávez le dijo:
-¡Al rincón! ¡Quita calzón!
En esos tiempos regía por doctrina aquello de que la letra con sangre entra, y todos los colegios tenían un empleado o bedel, cuya tarea se reducía a aplicar tres, seis y hasta doce azotes sobre las posaderas del estudiante condenado a ir al rincón.
Pasó a otro. En el nominativo de quis vel quid ensartó un despropósito, y el maestro profirió la tremenda frase:
-¡Al rincón! ¡Quita calzón!
Y ya había más de una docena arrinconados, cuando le llegó su turno al más chiquitín y travieso de la clase, uno de esos tipos que llamamos revejidos, porque a lo sumo representaba tener ocho años, cuando en realidad doblaba el número.
-¿Quid est oratio? -le interrogó el obispo.
El niño o conato de hombre alzó los ojos al techo (acción que involuntariamente practicamos para recordar algo, como si las vigas del techo fueran un tónico para la memoria) y dejó pasar cinco segundos sin responder. El obispo atribuyó el silencio a ignorancia, y lanzó el inapelable fallo:
-¡Al rincón! ¡Quita calzón!
El chicuelo obedeció, pero rezongando entre dientes algo que hubo de incomodar a su ilustrísima.
-Ven acá, trastuelo. Ahora me vas a decir qué es lo que murmuras.
-Yo, nada, señor... nada -y seguía el muchacho gimoteando y pronunciando a la vez palabras entrecortadas.
Tomó a capricho el obispo saber lo que el escolar murmuraba, y tanto le hurgó que, al fin, le dijo el niño:
-Lo que hablo entre dientes es que, si su señoría ilustrísima me permitiera, yo también le haría una preguntita, y había de verse moro para contestármela de corrido.
Picole la curiosidad al buen obispo, y sonriéndose ligeramente, respondió:
-A ver, hijo, pregunta.
-Pues con venia de su señoría, y si no es atrevimiento, yo quisiera que me dijese cuántos Dominus vobiscum tiene la misa.
El Sr. Chávez de la Rosa, sin darse cuenta de la acción, levantó los ojos.
-¡Ah! -murmuró el niño, pero no tan bajo que no lo oyese el obispo-. También él mira al techo.
La verdad es que a su señoría ilustrísima no se le había ocurrido hasta ese instante averiguar cuántos Dominus vobiscum tiene la misa.
Encantolo, y esto era natural, la agudeza de aquel arrapiezo, que desde ese día le cortó, como se dice, el ombligo.
Por supuesto, que hubo amnistía general para los arrinconados.
El obispo se constituyó en padre y protector del niño, que era de una familia pobrísima de bienes, si bien rica en virtudes, y le confirió una de las becas del seminario.
Cuando el Sr. Chávez de la Rosa, no queriendo transigir con abusos y fastidiado de luchar sin fruto con su Cabildo y hasta con las monjas, renunció en 1804 el obispado, llevó entre los familiares que lo acompañaron a España al cleriguito del Dominus vobiscum, como cariñosamente llamaba a su protegido.
Andando los tiempos, aquel niño fue uno de los prohombres de la independencia, uno de los más prestigiosos oradores en nuestras Asambleas, escritor galano y robusto, habilísimo político y orgullo del clero peruano.
¿Su nombre?
¡Qué! ¿No lo han adivinado ustedes?
En la bóveda de la catedral hay una tumba que guarda los restos del que fue Francisco Javier de Luna-Pizarro, vigésimo arzobispo de Lima, nacido en Arequipa en diciembre de 1780 y muerto el 9 de febrero de 1855


ARGUMENTO

El obispo Chávez de la Rosa era rector de un convento en Arequipa. Un día tubo que suplir a un maestro ausente y se dedico a recordar algo de latín con los alumnos; propuso una pregunta: ¡quid est oratio!, pero ningún alumno le supo contestar. Molesto el cura ordenó a cada uno que vaya ¡Al Rincón Quita Calzón!

Así ocurrió hasta que le pregunto al más pequeño de la clase. El niño se burló del cura demorando una respuesta que no sabía.

El cura iracundo le ordeno también AL RINCÓN QUITA CALZÓN, pero como el niño se retiraba refunfuñando algo entre dientes, el sacerdote insistió por el que murmuraba.

Entonces el niño le propuso una interrogante al maestro: ¿Cuántas Veces Se Repite En La Misa El Dominues Vubis Cum? Y por más que el cura trató de recordar no pudo hacerlo; entonces el niño también lo envió a él ¡al rincón quita calzón! La burla de los estudiantes fue total.

El cura no tuvo más remedio que perdonar a todos el castigo propuesto y se retiro completamente avergonzado.

Tiempo después el cura retorno a su natal España y se llevo al pequeño travieso como pupilo, aya lo educo esmeradamente para que años después retornara al Perú convertido en un intelectual erudito: don Francisco Javier de Luna Pizarro, presidente de la primera asamblea constituyente del Perú.

ANALISIS LITERARIO
TITULOAl rincón quita calzón”
AUTOR: Manuel Ricardo Palma Soriano (1833-1919).
GÉNERO LITERARIO. Narrativa.
ESPECIE LITERARIA: Cuento. (Tradiciones)
ÉPOCA Y AMBIENTE: Se desarrolla en la ciudad de Arequipa en el año 1796.
TEMA: la educación virreina

PERSONAJES:
Obispo Chávez de la Rosa: era el obispo de Arequipa. Era un sacerdote muy recto y exigente.
Francisco Javier de Luna-Pizarro: era un alumno muy pícaro y travieso. Hizo que el cura comprendiera su injusticia y se convirtió en el vigésimo arzobispo de Lima

 VOCABULARIO:
 Vasto: dilatado, muy ancho o muy grande.
 Moro: mahometanos.
Transigir: Consentir en parte con lo que no se cree justo, razonable o verdadero a fin de llegar a un acuerdo y concordia.
Galano: ingenio, elegante y gallardo.
EPOCA Y AMVIENTE: Se desarrolla en la ciudad de Arequipa en el año 1796.
RESUMEN:
El obispo Chávez de la Rosa fue un día a supervisar a los profesores en el colegio justo cuando falto el profesor de latín entonces él decidió reemplazarlo.
El obispo evaluó a los alumnos, pero por cada pequeña equivocación el obispo los mandaba al “rincón quita calzón” donde los alumnos eran azotados, ya habían una docena de alumnos castigados cuando llego el turno de el mas chiquitín y travieso de la clase, este se demoro en contestar la pregunta y lo mandaron al rincón, el niño reclamo susurrando pero el sacerdote lo escucho y después de preguntar exactamente lo que dijo, acepto el reto de contestar una pregunta formulada por el niño. Lo que el sacerdote nunca pensó fue que no sabía la respuesta. El obispo quedo encantado con la astucia del niño, perdono a todos los castigados y además se convirtió en el protector del niño, quien con el tiempo se convirtió en un orgullo del clero peruano: Francisco Javier de Luna-Pizarro vigésimo arzobispo de Lima.
OPINION PERSONAL:
Me parece una tradición que nos enseña que no siempre la autoridad sabe comprender a los demás y me pareció una buena lección la que le dio el niño al sacerdote, ya que, lo hizo reflexionar y por lo tanto no cometer más injusticias con los alumnos.
La tradición nos da a conocer que en esa época los alumnos eran maltratados físicamente por sus maestros con la intención que estos aprendan la lección.
SINOPSIS:
En el seminario de Arequipa, el obispo remplaza de improviso al maestro de latinidad y ante una evaluación oral de sorpresa, manda al rincón a los niños que no responden la pregunta. Un niño pone en aprietos al obispo y consigue el perdón de todos los castigados. Con el tiempo, ese niño se convirtió en un gran forjador de la Independencia.